La normalización de la desigualdad
8 de Marzo de 2018.- Día Internacional de la Mujer
Con motivo del 8 de marzo, en el encuentro del círculo de mujeres abordamos las diversas manifestaciones de la desigualdad, los mecanismos que la perpetúan, las creencias erróneas que la mantienen y las estrategias del sistema patriarcal para hacer responsables a las mujeres de su propia discriminación.
Este 8 de marzo, más que nunca, se han unido dos fechas emblemáticas en el ideario: la lucha por los derechos y la lucha contra la violencia de género.
La huelga feminista tenía el objetivo de visibilizar el trabajo de las mujeres, el productivo y el reproductivo, el que mantiene el precario sistema de bienestar de algunas sociedades y el que está en la base de los cuidados en todo el mundo.
Toda la sociedad debe tomar conciencia de la desigualdad. Dice Byung-Chul Han que en las sociedades modernas, especialmente en las occidentales, la esclavitud es optar por el sometimiento. “Nos creemos libres y nos explotamos hasta el colapso”, la mujer moderna sigue en la encrucijada entre la tradición y la modernidad, con la doble jornada y la exigencia de estar al día, ser activa, y demostrar su valía tanto en esfera pública como en la privada.
El lenguaje cotidiano sigue ocultando la presencia de las mujeres, seguimos utilizando lenguaje sexista a pesar de la existencia de genéricos, nos sigue costando utilizar palabras tan simples como “profesorado” o “alumnado” y por inercia se utilizan los masculinos que no representan al total de la comunidad (profesores o alumnos).
Seguimos interpretando de forma distinta una misma conducta según quien la emita, aplicando “reglas morales” diferentes a hombres y mujeres, especialmente en relación con los cuidados, la inteligencia, la sensibilidad y la sexualidad.
Cuando por un mismo trabajo se percibe remuneración diferente, cuando se utilizan las palabras ya como insultos ya como alabanzas según a quien vayan dedicadas, cuando los cuerpos se convierten en herramientas de control… se está expresando la desigualdad, la discriminación aprendida y que se torna inconsciente. ¡Son tantas las formas en que la desigualdad se muestra!
Hoy día, en nuestras sociedades, esas a las que llamamos avanzadas, la violencia contra las mujeres es en muchas ocasiones soterrada, oculta, disfrazada, y en otras es tan evidente y descarada que se reviste de normalidad.
Otra manifestación de esta discriminación es la ausencia, en pleno siglo XXI de mujeres en los libros de texto, no se nombra a mujeres en los libros de historia, de literatura, de música, de pintura, etc. Las mujeres como autoras y protagonistas siguen apareciendo de forma anecdótica en la mayoría de los textos, a pesar de haber colectivos que tratan de cambiar esta forma de contar la historia. Mujeres como Olimpie de Gauges, mujer fundamental en la Revolución Francesa, Mary Woolstonecraft, filosofa y escritora inglesa, Concepción Arenal, escritora realista y otras tantas que no cabrían en varios tomos.
Si aun sabiendo su existencia, tenemos que estudiarlas en libros específicos sobre la participación de las mujeres, quiere decir que están excluidas de los textos que se estudian en la escuela, y así, los y las jóvenes siguen creyendo que el mundo es cosa de hombres, hecho por y para ellos.
El uso de pornografía donde las mujeres se convierten en objetos, despojadas de todo lo humano y expuestas a la mirada del otro con el único objetivo del disfrute del vouyer.
La exigencia de una estética femenina que reduce los cuerpos a delgadeces imposibles, enfermizas, la necesidad de mostrarse y el peso que se da a las chicas y mujeres como responsables de esas elecciones, sin que nos cuestionemos que es el negocio de la moda el que pone en circulación estas prendas, ésta estética y acusando a las niñas, las adolescentes y las adultas de provocar las reacciones de sus compañeros y de los hombres con los que se encuentran, como si quienes diseñan y comercializan no tuvieran responsabilidad alguna, y como si los hombres, adolescentes o adultos no fueran responsables de sus propias miradas y acciones.
En esta construcción desigual al hombre se le despoja de la sensibilidad, de la voluntad consciente y se le interpreta como una víctima de sus pasiones. Se infantiliza a las mujeres y se animaliza a los hombres y unas y otros se ven estereotipados, despojados de parte de su humanidad, disminuidos en sus posibilidades por los límites de las creencias erróneas, y vamos construyendo así una identidad parcial, reducida, sesgada y seguimos reproduciendo una y otra vez los mismos prejuicios, sin hacernos conscientes de los mecanismos que crean y mantienen esta desigualdad.
Necesitamos pararnos a reflexionar, participar en grupos, debatir… descorrer los velos de la ignorancia que nos mantiene en la caverna. Necesitamos ser valientes y cuestionarnos todo lo aprendido para poder contribuir a construir una realidad más justa, más equitativa, más centrada en el desarrollo de las personas sin limitaciones por razón de sexo, edad, color, procedencia, estatus, orientación del deseo… es responsabilidad nuestra contribuir al cambio y el cambio, aunque no es fácil es realmente posible.
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