En estos tiempos de confinamiento también hay cambios, llevamos ya muchas semanas en casa, algunas personas apenas han podido salir de sus hogares y ahora se empiezan a permitir salidas. Las restricciones van disminuyendo y podemos encontrarnos con que la idea de salir nos genera cierto nerviosismo. Después de tantos días, nuestra casa es nuestro lugar seguro y la idea de “exponernos al virus” nos inquieta, nos genera ansiedad, queremos evitar salir y si alguien nos obliga nos podemos enfadar: evitación, ansiedad, irritabilidad, incomodidad. A esto le llamamos “síndrome de la cabaña”.
Un síndrome es un conjunto de síntomas, en este caso, estos síntomas son una consecuencia de la adaptación a la nueva realidad que supuso el confinamiento. Lo que en un principio nos angustiaba se convirtió en nuestra realidad cotidiana y nos adaptamos a ella, cuando esta realidad cambia necesitamos un nuevo periodo de adaptación. Es normal sentir cierta inquietud.
Si hemos tenido que salir a comprar o a trabajar probablemente no nos afecte. Infancia, adolescencia y personas mayores son quienes han estado más tiempo en confinamiento y son, por tanto, quienes pueden tener estos síntomas con más intensidad o frecuencia.
Es importante entender que esto es normal, que no es una patología y plantearse salidas pequeñas y graduales, no forzar, tener paciencia y salir cumpliendo las recomendaciones sanitarias.
Poco a poco la sintomatología irá desapareciendo y volveremos a sentirnos bien cuando pensemos en salir o estemos ya paseando o haciendo deporte al aire libre.
El síndrome de la cabaña puede confundirse con la agorafobia pues algunos de sus síntomas son similares, la diferencia fundamental es que las personas con agorafobia sienten un miedo desproporcionado que no disminuye, este miedo puede aparecer en lugares públicos, en grandes espacios abiertos, si hay multitudes, en situaciones en las que experimentan la sensación de estar en peligro y no tener escapatoria o ayuda. Pensando en estas situaciones también aparecen el miedo y la ansiedad, se anticipan situaciones peligrosas y en algunos casos se genera tal angustia que pueden darse ataques de pánico.
Este trastorno puede dificultar la socialización y complicar la vida diaria, afortunadamente puede superarse con el tratamiento adecuado.
Artículo escrito por:
Fanny Sánchez Juan: Psicóloga especialista en Psicología Clínica, Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud, Infancia y Adolescencia, Género y Desarrollo.
Colegiada M-11119